El sentido del matrimonio y la forma de entender el amor y las relaciones sentimentales se han transformado por completo en las últimas décadas y las bodas millennial son la mejor prueba de ello. Hasta los 80 y 90, las parejas se daban el sí quiero empujadas por una tradición a la que era casi imposible resistirse. La mayoría iniciaban con aquel trámite una nueva vida: casa nueva, convivir por primera vez, liberarse de las normas impuestas en la casa familiar y construir su propio hogar desde cero. A lo largo de los años 2000 todo este proceso ha sufrido grandes cambios. La gran mayoría de parejas conviven antes de contraer matrimonio, han disfrutado de su juventud con total libertad -al menos, si lo comparamos con el modo en que la vivieron generaciones anteriores- y la tradición religiosa tiene un peso mucho menor en la sociedad.
Esta transformación se traduce en un descenso considerable del número bodas celebradas. En 1989, en España se notificaron más de 221.000 matrimonios nuevos; 30 años después, en 2019, las bodas celebradas en nuestro país fueron 161.389. La explicación de este cambio demográfico es sencilla: el sentido del matrimonio ha mutado por completo y, de algún modo, ha perdido la fuerza que tenía como institución social. A esa tendencia descendiente de los últimos años se ha sumado un acontecimiento que ha hecho que los datos de celebraciones de nupciales se desplomen en todo el mundo: la pandemia del Coronavirus. Según la Asociación Española de Profesionales de Bodas (fundada el pasado año para dar respaldo a empresas y profesionales del sector), en 2020 se pospusieron alrededor de 125 mil celebraciones. Esto supuso un impacto económico sin precedentes: unos 25 mil euros de pérdidas por cada boda que no se celebró y dos millones de puestos de trabajo que no se generaron.
Pero estas no han sido las únicas consecuencias de la pandemia. La crisis del coronavirus provocó un punto de inflexión en la forma de celebrar bodas. Las medidas impuestas por el gobierno para frenar la pandemia obligaron a reducir aforos, evitar los espacios cerrados, cambiar las pistas de baile por sesiones de chill out y, en definitiva, dejar a un lado las tradicionales celebraciones multitudinarias en favor de bodas íntimas, relajadas y familiares. Y, aunque la mayoría de parejas siguen deseando eventos como los de antes, muchas de las parejas que han publicado su boda en Vogue.es coincidían en su conclusión: celebrar una boda íntima les permitió disfrutar al máximo de los invitados, prestar atención a los detalles y fue, sin duda, mucho más especial de lo que jamás habrían imaginado.
Uniendo todos estos antecedentes y teniendo en cuenta el descenso del número de celebraciones, el nuevo sentido del matrimonio y la imposibilidad de celebrar bodas como se hacía hace dos años, es inevitable formular la siguiente pregunta: ¿por qué se casan los millennials en 2021? Los testimonios de tres novias que se casarán en los próximos meses nos ayudan a analizar los motivos que llevan a las parejas a celebrar una boda, lo que supone para ellas formar parte de esa institución social y si, de algún modo, la pandemia ha afectado a su visión sobre los eventos nupciales.
EL SIGNIFICADO DEL MATRIMONIO EN 2021
“Yo no entiendo el matrimonio como un trámite o contrato. Para mí tiene un significado especial, relacionado con afianzar la conexión gigantesca con esa persona con la que quieres compartir todos los momentos de tu vida. El principal motivo por el que quiero casarme es porque creo que es un voto de confianza y de amor y el primer paso para formar un núcleo familiar. Supongo que, en parte, sí ha influido la tradición y sí que lo tomo como un paso más que hay que dar, porque es lo que nos han inculcado. Pero no me lo tomo como una obligación o un deber”, nos cuenta Mayte, cuya boda estaba prevista para 2021 en Francia pero que, con motivo de la pandemia -y dado que muchos de los invitados tendrán que trasladarse- decidieron posponer a 2022.
Este razonamiento sobre por qué casarse en un momento como este es compartido por muchas parejas. Pero no es el único; en este punto existen infinitas formas de entender las bodas y el matrimonio y en las que influyen múltiples factores: desde el entorno y la clase social, hasta la convicción religiosa y política y, por supuesto, todas las particularidades que pueden darse en cada pareja. Nuria, que se casará el próximo mes de septiembre en Burgos, asegura que, para ella, se trata de un trámite más: «En estos tiempos que corren no creo que sea tan primordial como lo era antes. Hace años era casi un requisito para convivir con tu pareja y, ahora la convivencia es casi un requisito obligatorio antes de casarte. Personalmente, lo veo como una forma de afianzar más una pareja (aunque tampoco creo que es menos ‘pareja’ una que decida no casarse). Es una decisión personal y, en este sentido, todas son válidas”.
TRADICIONES Y ESTÉTICA NUPCIAL: ¿ESTAMOS DIBUJANDO UN NUEVO PARADIGMA?
Como en tantos otros contextos, muchos de los elementos del universo nupcial reflejan tradiciones heredadas del sistema que ha imperado durante décadas. Pedir la mano de la novia, llevar un vestido de novia blanco y un velo tapando el rostro como signo de virginidad y pureza o entregar el ramo a una de las amigas solteras son algunos de los ejemplos más populares. La sociedad se ha transformado enormemente en las últimas décadas y, como consecuencia, muchas de esas tradiciones han desaparecido. Otras, en cambio, han perdido el sentido con el que fueron concebidas, y han conseguido sobrevivir por una cuestión puramente estética.
Es el caso del color del vestido que, por el momento, puede considerarse el único elemento indemne al paso del tiempo. Eso sí, las tres novias que comparten su testimonio y que, como tantas otras, lucirán un vestido blanco en el día de su boda, aseguran que la elección de su estilismo nupcial ha sido puramente estética, siendo el significado del color blanco un elemento completamente ajeno a ellas. “No me hubiese importado casarme con un vestido de otro color, por ejemplo, de rosa. Pero lo cierto es que el blanco roto o marfil encajaba mejor con el diseño que me planteó la diseñadora”